1º de mayo: Del sindicalismo de mi abuelo al de Milani
El Primero de Mayo, « Día del Trabajo», tan devaluado, no sólo por la pandemia que padecemos, sino porque el sindicalismo, en estos tiempos de liberalismo salvaje, fake news, desinformación, populismos y descrédito político, no pasa por sus mejores tiempos, me parece una ocasión apropiada para contar esta historia familiar y enlazarla con la pedagogía milaniana.
No llegué a conocer a mi abuelo paterno y mi padre apenas nos habló de él. Era la tónica general de la época, porque hablar del pasado, aún tan presente, era referirse inevitablemente a la guerra y lo que vino después, que no fue, precisamente, la paz, sino la victoria, como dice amargamente uno de los personajes de la película «Las bicicletas son para el verano» (Jaime Chávarri, 1984), basada en la homónima obra teatral de Fernando Fernán Gómez. Y la victoria significaba más represión, hambre, sumisión y miedo; mucho miedo, que se traducía en lema general: “ver, oír y callar”. Es decir, obedecer y desconfiar. No en vano, una de las frases más comunes con la que los padres, siempre temerosos, nos advertían constantemente de los peligros que la vida nos depararía era: “Hijo, tú a lo tuyo. No te fíes de nadie y, sobre todo, no te signifiques nunca”. Eso, significarse, una palabra que está en desuso, pero entonces con una tremenda carga semántica que te prevenía de cualquier tentación por preguntar según qué cosas y manifestar lo que piensas. Mi generación no aprendió a preguntar hasta bien entrada la democracia, porque no interesaba enseñarlo. Porque preguntar era interpelar y se consideraba poco menos que una osadía, un insolente atrevimiento que podía costarle muy caro a uno. Nunca se sabían las consecuencias, pero se sospechaban duras, así que el riesgo de hacerlo era superior a la satisfacción de hallar respuestas. Lo prudente, pues, era observar y callar.
Bueno, el caso es que mi abuelo Vidal fue, parece ser, simpatizante de la UGT. Pero el día de Navidad de 1936, la guardia civil se presentó inesperadamente en su casa y se lo llevó bajo la acusación del delito de sedición “por haber abandonado su trabajo de jornalero al proclamarse la huelga contra el levantamiento militar”, según consta en la sentencia. Ingresó ese mismo día en la prisión de Salamanca y allí permaneció en condiciones inhumanas dos años justos, a pesar de haber sido absuelto seis meses antes en el Consejo de Guerra que lo juzgó. Así que cuando salió, muy enfermo, se murió a los pocos días con 57 años. Alguna vez, nuestro padre, para prevenirnos de significarnos y con evidente rabia se refirió vagamente a este doloroso acontecimiento. Pero en seguida, sin opción a preguntar por nuestra parte, cortaba el asunto y no se volvía a tratar la cuestión, como si de un tabú se tratara. Para su desesperación yo no le hice ningún caso, no tanto por rebeldía cuanto por estar metido en las protestas estudiantiles del final del franquismo y con el ímpetu, un tanto temerario, de los veinte años. Fueron, como todos sabemos, años convulsos, anhelantes de cambios, pero de esperanza y lucha por la libertad.
Lo triste es que muchos años después, ya fallecidos mis padres, supe de mi abuelo y de su procesamiento, como una víctima mortal más del franquismo, en la Base de Datos de Víctimas que la Asociación de la Memoria Histórica de Salamanca “Memoria y Justicia” venía recopilando y registrando pacientemente, en una ímproba tarea de investigación poco reconocida. ¡Qué raro se hace conocer a tu abuelo en una ficha policial que, junto con tantísimas otras, forman parte de nuestra peor historia del siglo XX!
Tal vez venga de ahí mi vena sindical, que se manifestó en mis primeros trabajos de aprendiz en pequeños comercios o de camarero en la costa, y se desarrolló como enseñante en las asambleas de maestros que dieron lugar al nacimiento de los sindicatos docentes, pero muy especialmente con las lecturas de Carta a una maestra¹ [CM], Experiencias pastorales² [EP] y muchos otros escritos de Lorenzo Milani, entre los que destacan la Carta a los capellanes militares toscanos y la Carta a los jueces. Una faceta suya, la político-sindical, sin ideologías partidistas, que se evidencia en la defensa incondicional de la clase obrera en coherencia con su decidida opción por los pobres, para quienes, sostenía, “la escuela es su mejor bien y la diversión su ruina”. Defensa con la que me he identificado gratamente, viniendo nada menos que de un cura, y que vemos manifestada, entre otros muchos testimonios, en frases como las siguientes, certeros botones de muestra para reflexionar en estos días:
* POLÍTICA O AVARICIA: «Por ejemplo, he aprendido que el problema de los demás es igual al mío. Salir de él todos juntos es la política. Salir solo, la avaricia». (CM, p. 22).
* LOS SINDICATOS: «Las únicas organizaciones de clase son los sindicatos. Así que la doblescuela les corresponde a ellos. Por ahora los sindicalistas no quieren saber nada de esto. Dicen que en una democracia moderna cada organismo tiene su misión y no debe salirse de ella. También ellos son un poco tímidos. Y sin embargo, se lamentan de la juventud de hoy, indiferente a todo. Dicen que cada vez se hace más difícil arrastrar a una huelga, lograr inscritos, activistas, militantes a pleno tiempo. Y mientras tanto, dejan que los jóvenes crezcan en la escuela del patrono» (CM, pp. 93-94).
* FIN ÚLTIMO: «El fin preciso es dedicarse al prójimo. Y en este siglo, ¿cómo quiere amar si no es con la política, el sindicato o la escuela? Somos soberanos. Ya no es tiempo de limosnas, sino de elegir. Contra los clasistas como vosotros, contra el hambre, el analfabetismo, el racismo, las guerras coloniales» (CM, p. 97).
* EL PODER DEL AMO: O, en la impresionante Carta a Don Piero, apéndice final de Experiencias pastorales, este significativo párrafo: «Es inútil, Padre, que se canse conmigo. Mi administración no puede interesarse por ningún motivo humanitario. Usted me comprende, claro. Aquí sólo hay una ley: el bien de la empresa; que luego es el bien de todos en definitiva. El muchacho queda a prueba. Pero dígale que no admito huelgas. A la primera huelga, vuela» (EP, p. 345).
* OBJECIÓN DE CONCIENCIA: «¿Habéis dicho a vuestros soldados qué deben hacer si les toca un general del tipo Franco? ¿Le habéis dicho que no se debe obedecer a los oficiales rebeldes a su pueblo soberano?» (De la Carta a los capellanes militares toscanos, en Corzo Toral, J. L., Lorenzo Milani, maestro cristiano. Análisis espiritual y significación pedagógica, Universidad Pontifica de Salamanca, 1981, p. 107).
* EL VOTO Y LA HUELGA: «La palanca oficial para cambiar la ley es el voto. La Constitución le añade también la palanca de la huelga. Pero la verdadera palanca de estas dos palancas del poder es influir con la palabra y con el ejemplo en los demás votantes y huelguistas» (De la Carta a los jueces, en Dar la palabra a los pobres. Cartas de Lorenzo Milani. Introducción, traducción y notas de José Luis Corzo, Acción Cultural Cristiana, Madrid, 1995, p. 96).
Alfonso Díez . 1 de Mayo de 2021
____________________________________________________
¹ Alumnos de Barbiana, Carta a una maestra, Hogar del Libro, Barcelona 1982, 6ª edición.
² Milani, Lorenzo, Experiencias pastorales, Marsiega, Madrid, 1975.
- blog de Alfonso Díez
- Inicie sesión o regístrese para enviar comentarios
Comentarios
2 comments postedJo, Alfonso, pedazo artículo. Muchísimas gracias.
Gracias por esos datos tan personales y que honran a tu familia. Corzo