Año: 2020 , Número: | |
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El libro Con la escuela hemos topado YA está en las librerías.
Escribir muchas redacciones, no vaya a ser que la abundancia del chateo acabe con los acentos, los puntos y las comas ¡y hasta con los vinos! Que Internet no respeta ya nada. Los medievales enseñaban el Trivium (gramática, retórica y dialéctica), o sea, que enseñaban a dialogar, hablar y escribir.
¿O ya no hace falta? En el viejo Egipto escribían esclavos; luego, los monjes, hasta que brotó el derecho “a utilizar la palabra, un privilegio del poder [que suscitó] la censura: un implícito reconocimiento de la democracia del escrito, de ese vuelo, felizmente incontrolado, por el que las letras podrían avivar conciencias, liberar la intimidad de presiones ideológicas, remover la inteligencia paralizada en los estímulos que una educación agobiante había ido depositando en la mente”. [La cita es un homenaje, bajo la tiranía del coronavirus, al filósofo Emilio Lledó (Sevilla 1927), recordado como imprescindible por TVE durante nuestro encierro]. ¡Cuánta razón tiene!
Más aún, los griegos descubrieron el “carácter inacabado del ser humano y que su acabamiento y perfección no está, únicamente, en manos de la naturaleza que lo forja, sino en las palabras en las que se hace y con las que va formando la interpretación del mundo y de los otros hombres entre los que se realiza y completa su propia vida individual”.
Es el valor de la Palabra en la educación y en la cultura – la paideia – que subrayó Milani mil veces en sus escritos: sin dominar la palabra no hay igualdad social ni persona crecida. Y por escrito es mejor: se piensa, se paladea y, si se escribe juntos, forma el nosotros, sin el que no podemos vivir.
Lo difícil y raro en educación es que alguien nos provoque, nos abra los ojos y los demás sentidos y nos haga resonar dentro. La resonancia es la palabra explícita que justifica la manía – bendita – de hacer muchas redacciones. Lo malo sería provocar solo con desafíos calamitosos, porque también nos desafía la belleza y la armonía del universo estrellado, la creatividad gratuita del arte, los acueductos y catedrales, hechos por obreros y artesanos, y los poemas deliciosos en libros y bibliotecas, la música inaudita de los genios, las fiestas populares de todos y el amor humano, tan posible como escaso y efímero: el de los novios y el de las madres, el de los amigos (sobre todo) y el que se da y se recibe sin ni siquiera ser correspondido… Hay que escribir más y mejor. Y juntos, a ser posible que, en la escuela, lo es.
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Comentarios
1 comment postedEstimad@s amig@s: Desde la apertura de la Casa Escuela Santiago Uno, allá por el 71 del siglo pasado, los alumnos escriben muchas redacciones. Es una técnica artesanal que engarza muy bien con el valor de la palabra que defiende la pedagogía de Milani.
En este número se analiza el fondo pedagógico de la misma: provocar al alumno, que abra los ojos y que resuene con la palabra explícita. También se estudian otros beneficios claros, como la mejora ortográfica, e incluso otras posibles mejoras poco explotadas, como la riqueza léxica.
Educar(NOS) no persigue sacar conclusiones en sus números monográficos, pero en esta ocasión es imposible equivocarnos: en este tiempo tan digital es más necesario que nunca escribir muchas redacciones (y a mano). Esperemos que lo disfrutéis. (José Luis Veredas, SA)
ME GUSTA MUCHO ESO
Yo le cogí gusto a quedarme en casa, y hoy por fin he leído el número 90 del Educar(NOS). Escribo porque me ha gustado lo que dice (y cómo lo dice) un hombre que se llama Miguel Sánchez C., a quien no conozco, pero su artículo ha sido para mí una grata sorpresa. Avanzar a lo largo de este artículo ("Eso lo tienes que escribir"), ha sido un constante decir: "Mira qué idea tan bonita, lo que ha sentido aquí", "Fíjate cómo lo matiza", "Así lo querría decir yo", etc. Si ese tal Miguel es como me lo represento, me gustaría tenerlo de colega en el colegio.
Y seguramente no seré yo el único que lo diga, pues creo que domina, no sólo el contenido y la forma, sino la percepción de las cosas (yo, a diferencia de Milani, sí creo en el genio), y el amor a escribir. Condiciones importantes.
Por lo demás, parece que el leit motiv de este número es lo de "resonar", que me parece bien (lo de usar la escritura para que los chicos "resuenen", se sientan interpelados por el mundo); es algo que no recuerdo haberme planteado en esos términos, aunque sé que es muy milaniano, por otra parte, eso de coger a la gente por la pechera, y transmutar tímidos en líderes… (Adolfo Palacios, Santander).