Año: 2007 , Número: | |
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La ciudadaMía es el funesto resultado de una mala polémica nacional sobre la neonata y casi maldita Educación para la ciudadanía. Ahora parece que cada cual tiene la suya y con ella se educa a su propio niño en casa. ¡Vaya un espíritu cíNico! Nadie impide oponerse al proyecto y a la ley ministerial, pero una cosa es construir juntos y, otra, lo que nos queda claro tras la refriega.
La culpa de todo la va a tener un tópico pedagógico que se nos ha colado, pues todos parecen convencidos de que la educación es cosa de la escuela y, lo que es peor, del Ministerio de Educación… (antaño nacional, luego, y de ciencia y de deportes y de cultura y de la Biblia en verso, que es lo que algunos echan de menos). Pues ya, de puestos, con razón decía san Pablo a los Filipenses, hablando de otros, que “su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, su vergüenza; y no piensan más que en lo terreno. Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos como salvador al Señor Jesucristo”. Pero seguido añade: “él transformará la bajeza de nuestro ser reproduciendo en nosotros el esplendor del suyo” (3,19-21). O sea, que vamos bien quienes creemos que todos necesitamos educar(nos), más que educar a otros.
Tal vez, si nuestro dichoso Ministerio se contentara con serlo de la “pública instrucción” y su dichoso real decreto se hubiera conformado con llamar a esta materia “conocimiento del marco legal – o hasta del espíritu – ciudadano”, otro gallo nos cantaría ahora. Hablaríamos más de información.
Y, si no, se podría ir por partes, que siempre lo queremos todo de una vez. Por ejemplo, “educación para la telefonía” (móvil, se entiende), una forma cívica y de moda para tener al prójimo cerca, pero lejos. Y así evitar una peste en las escuelas, donde le suena el móvil hasta al profe con la tiza en la pizarra, o con el cañón (de video), mucho más seguro.
Educar(NOS) se ha resistido durante mucho tiempo (demasiado) a entrar en este cenagal, pero ya es necesario defender la asignatura y ofrecer a los amigos un monográfico lleno de maravillas. Ya lo veréis. Y es urgente hacerlo porque ¿y si los Estados Unidos decidieran educar a sus escolares para la ciudadanía? Los seis años de la prisión de Guantánamo, por ejemplo, un enclave jurídico al margen de todas las normas y derechos humanos (donde se pagó a los mercenarios que proporcionaban a los presos), anulan por completo la capacidad moral de ningún gobierno para educar y la obligación urgente de informar a todos sobre los derechos de todos, para crecer juntos.
La aversión contra esta asignatura por parte de algunos obispos españoles sería más comprensible por la misma razón. Mantener la COPE, frente a las denuncias constantes de aberraciones y falta total de respeto, avisa del peligro de una materia si informa sobre derechos y obligaciones, a empezar por la maltrecha información general.
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