Recuerdo haber oído a Corzo varias veces que hay, en la Carta a una maestra, un párrafo "que nunca le perdonará a Milani"; es aquél en que se dice que la cultura para sí mismo es de avaros, que la lectura de un libro, por ejemplo, se ha de hacer en grupo, para beneficio de los demás, para bien de los que están peor que uno. Corzo decía, más o menos: "¿Cómo negarse el leer un libro interesante, aunque sea estando uno solo?"...
Efectivamente creo que algo falla en esto. Recientemente, dando Ciudadanía a mis alumnos de 5º curso, les comenté que hay que ser una persona implicada, metida en cosas que puedan mejorar la sociedad. Les puse varios ejemplos, y, por darles uno que se saliera de lo típico, les conté algo que hago, a veces, yo mismo: tras haber leído un libro, si me ha parecido interesante, y esté o no esté de acuerdo con su tesis, procuro contactar con el autor y le manifiesto mi parecer, y procuro asimismo obtener más información de él, sobre el tema en cuestión. Estimulo así al autor y contribuyo al asunto, a base de discusión.
Observé, por las respuestas más bien airadas que daban mis alumnos, que todo esto les parecía, no bien, sino mal. Intuí (pues no me lo llegaron a decir claro) que, lejos de lo que pretendemos los docentes como ideal, ellos valoran negativamente el mundo de la lectura, de la publicación y de la crítica culta. Piensan, por lo visto, que: el que escribe libros, es que tiene mucho dinero; y por eso escribe, porque no tiene nada mejor que hacer, y escribe para distraerse, o para ganar más dinero aún. Piensan, me pareció entender, que, el que escribe libros, más valdría que se dejase de tonterías y diese dinero a los que no lo tienen, y emplease su tiempo en ayudar a otros. Piensan, me pareció entrever, que eso e "la cultura" es un búnker para ricos autosatisfechos, y el que vive en el mundo real no se dedica a perder el tiempo de esa manera, "tan poco solidaria" con los que lo pasan mal. Aborrecen, más bien, el mundo de la lectura y la escritura.
Y piensan, creí adivinar, que, el comprar libros, el leerlos, y el comentarlos (cuando se ha publicado ya tantísimo a lo largo de la historia, y ello no ha arreglado nada el mundo, así que más vale dejarlo: ¡debería estar claro!), es tarea de persona que vive bien, demasiado bien, y no tiene nada mejor en que gastar lo mucho que gana. Mejor haría, supongo, dándoles clases particulares a ellos o entregando a sus familias parte de mi inmerecido sueldo.
O sea, que, la cultura, fuera, pues no hace más que estorbar, y servir de adorno a quien ya tiene más de la cuenta.
También me vino a la cabeza lo que me decía una alumna, hablando de "buena música": que ella gusta de la música que está accesible a todo el mundo, la que oye la gente vulgar y corriente; ella se solidariza con los pobres disfrutando de la música que encuentran cada día en los medios de comunicación, pues no quiere escuchar otras músicas más "elitistas". No le importa si la música es mejor o peor, sólo le interesa no estar separada del pueblo; por eso comparte sus gustos, en vez de "hacerse la superior". Nunca propondrá nada "mejor" a un pobre porque con ello le haría olvidarse de los otros pobres.
Decía Julián Gómez del Castillo, responsable del Movimiento Cultural Cristiano, que "por qué los artistas, como cualquiera que vive en esta sociedad, no hacen obras que denuncien la injusticia". Yo sé algo de música y de arte en general; creo que el arte "comprometido" es un camino equivocado; no se puede pretender mezclar lo que no viene a cuento, lo que son mundos distintos. El arte puede tener, circunstancialmente, un contenido social y una utilidad de mejora, pero el artista, en cuanto artista, sólo puede sentirse "comprometido" con la obra misma, con el arte. Opinar otra cosa es no haber entendido lo que es el arte. Más legítimo sería eliminar el arte, abandonarlo, renunciar a él, que pretender emplearlo como receptáculo de denuncias y reformas.
Milani decía no crer en "la teoría del genio". Hizo creer a sus chicos que el verdadero "genio" reside en el trabajo en grupo, teniendo algo que decir a alguien. No puedo estar de acuerdo con eso. Todos sabemos que, a su muerte, los chavales se plantearon el seguir con la escuela de Barbiana, pero no tenían sus cualidades, las de Milani. Milani tenía algo de genio, sin duda y a pesar suyo.
Una parte de esa valía y ese carácter especial que tenía, sin duda se formó en la lectura individual, en la contemplación a solas, en la meditación personal de su juventud ociosa. La cultura de Milani, y su propio carácter, seguramente no se habrían formado tal como los conocemos si él hubiera sido formado "a la barbianesa". Sí tal vez si se hubiera formado en Barbiana ¡con otro Milani!, con un maestro similar a él. Pero no con alguien mediocre que pretendiera, con toda su buena intención, hacer una escuela "a la barbianesa". Y es que, como él mismo dijo, no se trata de "cómo hay que hacer", sino de "cómo hay que ser". Y ese "ser", aparte de las cualidades innatas con que nacen las personas especiales como él, se forma en la lectura en soledad y guiado por unos intereses, y siguiendo unos caminos, que quizá nadie más comparte con uno.
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Comentarios
1 comment postedNo estará mal ofrecer a los lectores las dos citas de la Carta a una maestra (PPC, Madrid 2008, 5ªed) a las que haces referencia:
“Sólo una compañera me pareció un poco elevada. Estudiaba por amor al estudio. Leía hermosos libros. Se encerraba en su habitación a escuchar a Bach (músico alemán 1685-1750).
Es el máximo fruto al que puede aspirar una escuela como la vuestra.
A mí, sin embargo, me han enseñado que ésta es la tentación más fea. El saber sólo sirve para darlo. «Se llama maestro a quien no tiene ningún interés cultural cuando está solo» (p 110).
Entregándome una redacción con un tres, usted me dijo: «El escritor nace, no se hace». Pero mientras, cobra el sueldo como profesora de italiano.
La teoría del genio es un invento burgués. Nace del racismo y la pereza mezclados a medias.
También en política, antes que liarse con las ideas complicadas de los partidos, es más fácil coger un De Gaulle, decir que es un genio, que Francia es él.
Eso hace usted con el italiano. Pierino tiene el don. Yo no. Tranquilos.
Pierino no hace falta que piense en lo que escribe. Escribirá libros como los que hay por ahí. Quinientas páginas que podrían reducirse a cincuenta sin perder una sola idea. Yo puedo conformarme y volver al monte.
Usted puede continuar holgazaneando en clase, escribiendo rayitas en la lista.
El arte de escribir se enseña como cualquiera de las demás artes” (p 121 s).
Al menos, que aquellos chavales de montaña aprendieron a escribir muy bien, no cabe duda, ¿no? Y la idea de mantener la escuela de Barbiana una vez fallecido don Milani es completamente inverosímil, ya que casi no quedaban familias en aquellos contornos tan poco rentables para los campesinos, que, poco a poco se habían ido marchando.