No he sido scout. En mi niñez se llevaba ser de la OJE (Organización Junvenil Española), pero, afortunadamente, no me dio por meterme en ella. Por dos motivos principales: se cruzó el fútbol, que unido a los estudios, la pandilla y la parroquia del barrio, ya era más que suficiente para un chaval de barrio como yo. Y, por otro, a nuestros padres obreros eso de la OJE no les sonaba más que falangismo puro y duro. Y tenía razón. Los scouts, sin embargo, eran otra cosa. Lo que nos llegaba de ellos me gustaba, aunque no tuve ocasión de conocerlos. En efecto, en nuestras acampadas y salidas al campo o la montaña jubábamos a ser auténticos scouts o exploradores. Así que, bueno, sin ninguna frustración por ello, lo cierto es que no me hubiese importado ser en mi juventud un auténtico scout. Más tarde, en la adolescencia, otras inquietudes de tipo cultural y sociopolítico acabaron por alejarme de la imagen e ideales del joven explorador. Y, mira por donde, después de tantos años -es lo que tiene el mundo de la educación, por los contactos que facilita - me veo colaborando, modestamente, en un interesante número de Educar(NOS) sobre el Escultismo, y he aprendido muchas cosas de él que sólo intuía. Lo mío es solo un acercamiento, una mirada sorprendida, como matar un gusanillo interior. Lo bueno está en lo que escriben los demás, que lo conocen y vivieron. No se lo pierdan. Lo recomiendo de veras.
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