Lo que más me impresiona en esta fiesta y en la revista que me regaláis es notar que ahí, en otras muchas personas, hay huellas… (mías).
Eso me ha hecho pensar en las que otros dejaron en mí y yo también puedo agradecérselas. De ellos,
- algunos han venido o escrito, como Olegario González de Cardedal, mi maestro en Teología, o Juan Martín Velasco – al que conocí por él en Madrid y del que aprendí lo que es el hecho religioso. ¡Cuánto les debo!
- también hubo maestros escolapios, algunos ya fallecidos, como César Aguilera, Enrique Iniesta, Balducci…
- de otros, llevo sus huellas por genealogía, como mis padres y hermanas, a las que agradezco mucho estos escritos con los que no contaba
- y de otros, he heredado muchísimo gracias a la suerte inmensa de saber leer y de que ellos escribieran. ¡Gracias!, a don Milani, y Adele, y Enrico…, y a otros más de aquel mundo italiano… y de algunos Libros más, como la Biblia.
Pero, aparte esas huellas profundas, estáis aquí muchos que habéis compartido conmigo algún tramo de mi propio viaje:
- los alumnos, ¡a los que tanto debo! (Leed el primer texto de la revista – escrito colectivamente por esos cinco – tan trabajado, tan duro, tan verdadero, tan real…), pero también otros más desvaídos y cuyos nombres casi se han perdido…
- los educadores, compañeros de fatigas e ilusión. De casi todos ellos aprendí mucho y ¿qué hubiera sido de todo esto sin ellos? ¡¡Felipe, Diéguez, Ros, Carlos, Cus, Antonio, Cirilo, Otilio y Consuelo (que ya nos dejaron) y Cabrera (¡tanto tiempo que no le veía…!!) (Perdonadme otros si no os nombro a todos…, los dos Enriques, el rubio y el moreno, Gerardo, Javier… ¡tantos!)
- y los amigos del MEM, infatigables…, como los autores de esta revista: Veredas, Alfonso, Tomás y Luisa, presidenta actual, y otros más.
- La Comunidad de base de Santiago Uno es algo importante y especial por la celebración semanal de la Eucaristía: era la fiesta de la casa entera, una fiesta cristiana, naturalmente, pero fiesta para todos.
En ella tejíamos nuestras vidas – como cáñamo, juncos o yedra – con el Otro, el desigual a todos, el que nos sostiene y nos conoce a fondo a cada uno ¡porque nos quiere personalmente! (¡Hablo de Dios, mediante su Hijo Jesucristo!).
- Yo no he dudado nunca del valor de esa red humana – y casi la veo materialmente algunas veces, como un tejido o tela consistente y tupida – en la que otros nos empezaron a entretejer en sus vidas y, enseguida, también nosotros fuimos entrelazando y tejiendo las nuestras con otros muchos más.
¡Gracias a la red hemos crecido! [Puede que no me explique muy bien, porque pocos me entienden cuando siempre insisto en que educar(nos) – crecer – es eso, precisamente: vivir en la red de nuestras relaciones].
- Por eso no os extrañará que, hoy, os agradezca mucho la seguridad de que la red – por lo que nos toca a todos – es buena…, incluso para otros ausentes – como Bienve – o que ni han escrito, como Javi…
Pero yo no puedo tomarme este homenaje como un resultado, una cumbre, una victoria, un triunfo, un éxito… Si os digo la verdad, ni siquiera viene a mi orgullo. Y ¿sabéis por qué?
- Porque en este tejido hay agujeros, rotos, desgarrones… Falta gente; aquí me falta gente, me falta Higinio, me falta Julio Lancho… ¡tantos! A lo largo del camino perdí amigos… y éste es el dolor más grande que conozco (yo que no he pasado por dolores físicos especiales). Probablemente hasta causé daño a otros. ¿Vosotros, no?
- Pues don Milani decía que él no dejaría nunca la Iglesia – ¡y mira que sufrió con ella! – porque, de todas las asociaciones conocidas, era la única donde se perdonaban los pecados. [Hoy pocos se confiesan…, yo mismo confieso rara vez a nadie], pero así lo enseñaba Jesús: perdonaos unos a otros vuestros pecados.
- Algunos escritos dicen cosas malas que yo hice (y seguro que hay muchas más), pero, si habéis venido o escrito es que me las habéis perdonado.
¡Qué suerte he tenido! ¡Esa ha sido mi suerte! Y por eso os digo: gracias, gracias y perdón, perdón.
- blog de corzo
- Inicie sesión o regístrese para enviar comentarios