Año: 2016 , Número: | |
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Un Lorenzo Milani desconocido surgió del número anterior de Educar(NOS), por el aplauso de muchos lectores que nos han escrito. Tan aplaudido fue, que merece la pena completar la publicación de los escritos del Milani joven. Hoy rescatamos dos: una sorprendente carta a Pipetta, el apodo que, cuando apareció el texto en 1970, parecía ser el de algún muchacho de Calenzano, pero que ninguno de los otros alumnos recordaba ni reconocía. Era un escrito “en sucio”, como dicen los escolares de cualquier borrador y, probablemente, nunca fue enviado a nadie. Pero hace poco hemos sabido que Pipetta era el apodo de un joven trabajador agrícola en la finca familiar de los Milani, la Gigliola de Montespertoli, otro pueblo de Florencia. Parece que el joven Lorenzo simbolizó en él a los comunistas recién excomulgados por Pío XII y, casi casi, nos dan ganas de pensar que un borrador ¡tan límpido! es un apunte secreto de un curilla de sólo 26 ó 27 años ante su difícil tarea. Los comunistas – pensaría –, muchísimos en la Italia postfascista, están oficialmente equivocados, pero tienen razón en muchas cosas… Alguna importa mucho a la Iglesia que los condenaba: los trabajadores y los pobres. No queda otra que ponerse de su lado. ¡Y vaya si lo hizo!
Cuando, años después, el papa Juan XXIII enseñara a los católicos a separar el error del que yerra y, el delito odioso, del delincuente digno de compasión, no rozaría siquiera este raro argumento nuevo del joven Milani: la victoria sobre los comunistas implica a la Iglesia; los democristianos dañamos lo que ellos tenían de más verdadero y humano, su afán por la justicia. La Iglesia – y cada cura – deben pedir perdón, reparar el daño y preferir a los pobres. Pero, eso sí, dejando las cosas bien claras: “yo te traicionaré, Pipetta”, le dice; cuando venzamos juntos a los ricos, ocuparé tu casa maloliente, ya ocupada por otro más pobre que tú. ¡Un texto sublime!
El otro texto es La enseñanza del catecismo sobre un esquema histórico; una herramienta prodigiosa en la que trabajó intensamente el joven curilla durante cuatro años. Sabía – y pocos lo saben – que el fracaso de muchas reformas escolares está en los libros de texto (y su negocio). Así que escribió un nuevo manual para la clase de religión, esta que se pudre – tan confesional y blindada – en nuestra escuela española, desde hace casi 40 años. Milani quería que sirviera para conocer la vida de Jesús y los cuatro Evangelios. Su esfuerzo lo abandonó más tarde, pero hasta el final de su vida creyó que (“aparte el problema religioso”), “de gente que olvida el Evangelio se puede esperar cualquier cosa” (Carta a una maestra). ¡¡Ni siquiera esto hemos aprendido de este gran maestro cristiano!!
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