1º de mayo en clase

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  • Alfonso Díez
Posted: Sáb, 2010-05-01 15:35
1º de mayo en clase
Ayer hablamos en clase del 1º de mayo. No sabían mis alumnos y alumnas de 6º de primaria que hoy es día festivo ni qué fiesta se celebra; sino, simplemente, que es sábado y no hay clase. Así que motivos no me han faltado para tratar el tema, que había preparado con especial interés, ése que ponemos cuando sentimos que abordamos cuestiones importantes, ineludibles en una escuela inserta en la vida, o sea, en medio de los acontecimientos.
Bien es verdad que hay quien prefiere que hablemos del toro de lidia… Y, puestos, del botillo leonés o del queso zamorano por citar sólo un par de los numerosos ejemplos de nuestra deliciosa gastronomía. O, por qué no, de cómo enseñar a ligar. Todo vale y todo cabe en nuestra escuela, ese desastre de cajón de sastre que todo lo engulle. Cualquier cosa con tal de eludir la realidad que importa. Puro entretenimiento. ¡Ay, los contenidos!, estos sí que necesitan un gran pacto, el de una profunda reforma. 
Pero a lo que iba. Apenas hay día en que la actualidad no entre en mi clase. La realidad da mucho juego pedagógico. Así que yo creía que… y tuve que empezar desde cero. No, no me importó. Mejor, me dije. Tiremos de historia y vayamos a los porqués. Chicago, 1 de mayo de 1886. Obreros en huelga. Motivo: reivindicación de la jornada laboral de ocho horas. Consecuencias: represión y muerte. Los llamados mártires de Chicago. Un trágico episodio más de sangre, sudor y lágrimas. Duros, pero transcendentales tiempos del movimiento obrero. Con todo, lo cierto es que se consiguió, y desde entonces las siguientes generaciones llevan décadas disfrutando de esa conquista, a veces –y eso es lo malo, por olvido o ignorancia- como si se tratara de un derecho natural. Por eso hay que contarlo, para enseñar que ninguna mejora social importante es gratuita, ni la lucha por alcanzarla, por dolorosa que sea, es nunca completamente en vano.
Tampoco los tiempos actuales son fáciles ni amables para muchas personas y familias. El aumento galopante del paro –terrible lacra- se ceba con ellas, la ausencia de horizontes y oportunidades de la juventud ahoga sus ilusiones, la sombra del desempleo y sus consecuencias acobarda a quienes tienen o aspiran a un trabajo, y cuanto más precariedad más miedo, más sometimiento, más silencio... Parece mentira, pero se percibe, se respira en el ambiente una atmósfera social de desesperanza e insolidaridad, de regresión a oscuros momentos de la historia, de involución en cuanto a justicia social y derechos individuales. El Estado de bienestar, el buque insignia de las democracias modernas, está, nos repiten continuamente, desmoronándose; que es insostenible. O sea, sálvese quien pueda.  
Así que cómo no hablar de estas cosas esenciales en la escuela, que se viven dramáticamente en las casas y en la calle; dejarlas pasar sin una mínima referencia es grave y debería ser considerado como un delito educativo por omisión. Pero mientras haya políticos a los que, en cambio, les importa más la defensa y promoción de la “fiesta nacional” y su introducción en el currículo escolar, qué podemos esperar. Eso, una escuela para el ocio y el consumo mediante la alienante persuasión de poderosos medios audiovisuales que crean realidades virtuales, expertos en la distraer de lo fundamental. Entre tanto, la palabra y la realidad verdaderas, ésas fuera de la escuela.
Alfonso Díez Prieto