... Y POCO A POCO hila la vieja el copo. A las puertas de la XXI Asamblea del MEM y deseando difundir más y mejor nuestro tesoro de Barbiana..., va la presidenta de la Unión Europea y pone de ejemplo para toda la Unión el lema de Barbiana:
Ursula von der Leyen, ha dicho en su discurso sobre el estado de la unión pronunciado en Florencia el 6 de mayo de 2021:
“A pocos kilómetros de Florencia, en el pueblo de Barbiana durante los años 60, un joven maestro, don Lorenzo Milani, utilizó en su escuela dos sencillas palabras en inglés: I care. Son las dos palabras más importantes que hay que aprender. I care significa me hago cargo de las responsabilidades. Este año la reacción de millones de europeos ha sido I care. Debe ser la consigna europea: I care, we care. Es la lección más importante de esta crisis”.
Y Francuccio Gesualdi, que vivió con su hermano en Barbiana junto a don Milani explica así el sentido de aquel lema:
I care, un faro para todos, una opción honorable
Francesco Gesualdi (en Avvenire 7.5.2021)
Comienzo con una precisión obligada: don Lorenzo Milani, el prior de Barbiana, no escribió su lema I care (me importa, lo llevo en el alma) en la pared, sino en la puerta de la escuela que daba a su habitación. Es un detalle nada secundario, porque al ser la única entrada al sitio donde se retiraba él solo por la noche, avisaba del espíritu que alentaba en aquel lugar y, por consiguiente, en su persona. El espíritu de asumir las responsabilidades hacia las criaturas que la vida le había puesto delante, hasta hacerle olvidarse de sí mismo.
Y un espíritu de coherencia con la verdad que le llevaba a aceptar las consecuencias que defender la verdad comporta a menudo. Don Lorenzo no lo recordaba por narcisismo, sino por invitarnos a los alumnos a hacer otro tanto y recordarnos que, si la sociedad es injusta, violenta y depredadora, la responsabilidad no sólo es del poder que imparte órdenes equivocadas y escribes leyes injustas, sino también de todos los que ejecutan tales órdenes y tales leyes. Ha hecho bien Úrsula von der Layen en recordar el lema I care precisamente hoy que, desde la otra parte del Atlántico, Joe Biden ha anunciado querer apoyar la petición de Suráfrica e India de suspender las reglas internacionales en defensa de las patentes sobre las vacunas y sobre cualquier medicamento útil para vencer la pandemia.
Ha hecho bien, porque lo que en Europa nos es menos conocido es que la decisión de Biden no cae como un rayo repentino, sino como consecuencia de una fuerte presión popular organizada en los Estados Unidos por las organizaciones humanitarias que han enviado a Biden millones de mensajes a favor de la suspensión.
Por eso su decisión es la victoria de millones de personas que en su corazón han dicho I care y han tomado la iniciativa de actuar y manifestar su propio pensamiento e insistir hasta que el Presidente de muchos de ellos, el hombre más poderoso del mundo, decidiera ponerse de parte de las personas antes que de las multinacionales farmacéuticas. Una iniciativa todavía más elogiable porque no ser a favor de sí mismos sino de personas lejanas, africanos, asiáticos, latinoamericanos que se arriesgan a no poder vacunarse a causa de los costes impuestos por las patentes. Pero el verdadero espíritu del I care es precisamente ese: no se actúa por obtener una ventaja, sino por no tolerar el sufrimiento, la injusticia, la humillación, el abuso, el latrocinio infligido a nadie.
Así que Úrsula von der Leyen debe recordar que habiéndose comprometido solemnemente – y además en Florencia – a asumir el espíritu del I care a nivel personal y de la política de la Unión Europea, ha asumido una gran responsabilidad. La de actuar en consecuencia y aplicar su I care – suyo y nuestro – ante todo con los migrantes. Con todas esas mujeres, hombres y niños que al huir de zonas de guerra se ven rechazados, incluso agredidos por los perros en las fronteras Este de la Unión Europea. Con cuantos tratan de huir de los campos libios de concentración y se echan al mar para alcanzar la orilla sur de la Unión Europea, pero, si fallan, se los deja ahogarse o la llamada guardia costera libia los repesca y devuelve a los campamentos de los que trataban de huir.
Con todos los ciudadanos menos protegidos de la Unión Europea que en tiempo de austeridad se vieron privados de trabajo, de atención médica, de escuela y sacrificados de nuevo en el altar de la deuda externa. Un asunto en absoluto superado porque sería una burla que, ahora que la Unión Europea decide endeudarse para sostener la transición ecológica y la recuperación social, tuviese mañana que volver de nuevo a la austeridad para pagar la deuda contraída hoy en nombre de su I care. Mientras estamos a tiempo, lo mejor sería proponer la revisión de los Tratados, en particular los que regulan las funciones y los mecanismos de funcionamiento del Banco Central Europeo para que la moneda, igual que las vacunas, se gestione como un bien común al servicio del pleno empleo, de la promoción de servicios públicos y de la tutela de la naturaleza.
Gracias, pues, a la Sra. Úrsula von der Leyen, por habernos recordado el valor de I Care, pero, por favor, Europa, un faro para tantos ciudadanos que la miran, debe dar el mejor ejemplo de su espíritu.
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