OTRA VIDA POR VIVIR
Kallifatides, Theodor, Otra vida por vivir, Edit. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2019, 160pp
No es una novela ni un ensayo (de los sesudos al uso), ni propiamente una autobiografía, aunque tiene mucho de los dos últimos géneros, ya que el autor nos habla -parece un relato oral en muchas de sus páginas- de sus reflexiones, ideas, análisis, sentimientos, impresiones, recuerdos, experiencias, sensaciones, etc., acerca del sentido de la vida, de la responsabilidad individual y social, de la política, del trabajo; del cine (su relación, nada fácil, con Ingmar Bergman), del teatro, de la literatura; de la libertad, del amor, del respeto, de la amistad, del tiempo, de la vejez y de la muerte, así como de su vocación por la escritura, por el lenguaje, por la necesidad de contar y la impotencia que se siente cuando ya no se tiene o no se encuentra nada que decir.
Aspectos que han marcado la vida del escritor griego, inmigrante asentado en Estocolmo, desde cuya perspectiva nos relata los cambios sufridos en las últimas décadas política, cultural y sociológicamente tanto en Suecia como en la Unión Europea, la Europa del dinero y los negocios, capitalista, desigual, intolerante e insolidaria y, particularmente, en su maltratado país natal, Grecia, y cómo los vive o percibe él. Siente una necesidad profunda e imperiosa no sólo de volver a su patria, de conocer in situ cómo está, de contactar con sus compatriotas, sino, además, de recuperar su lengua materna y expresarse en ella, de reencontrarse con sus raíces, también consigo mismo, el de un desarraigado.
Entre tanto nos va contando, como a salto de mata, yendo y viniendo, pero con una línea coherente que conduce el relato, de la democracia, de la emblemática socialdemocracia sueca, paradigma del llamado Estado del bienestar -tan admirada décadas atrás, en la época del primer ministro Olof Palme, asesinado en 1986- y de su decadencia, de la inmigración, del auge de movimientos intolerantes, de extrema derecha e ideología neonazi, que fomentan el miedo, la desconfianza, el individualismo y el rechazo al extranjero; de la crisis económica, de sus causas y consecuencias, de sus víctimas principales, de la usura de los países más poderosos, esos de la llamada «primera velocidad» europea, locomotoras que tiran de la economía, a costa de los más débiles. «Pero Europa –leemos en la pág. 47- quería su dinero», refiriéndose al de Grecia, evidentemente, para exprimirla por no haber hecho los deberes, como ha pasado en España y en Portugal. De ciudadanos -comenta Kallifatides- pasamos a ser individuos, clientes, consumidores, usuarios, contribuyentes, deudores… en un deliberado proceso de “uniformación ideológica” propia del neoliberalismo en boga, representativo del capitalismo más inhumano.
Un análisis nada pretencioso, sino certero y clarificador de la realidad, de quien la observa sin filtros ideológicos, sino desde la lucidez, la observación crítica, la objetividad y la experiencia, certezas basadas en los valores universales de la solidaridad, el respeto por la dignidad humana, el compromiso ante la injusticia y la desigualdad, y la compasión por quienes las sufren más duramente. Y todo ello narrado en un estilo nada panfletario sino sereno, pacífico, sincero y bondadoso, que rezuma contenida, aunque firme, indignación, rebeldía y coraje con el arma de las palabras, no las que dañan y ofenden, las que “rompen los huesos”, como le decía su madre al respecto («Las palabras no tienen huesos, pero los rompen», p. 42), sino las que iluminan, reconfortan y mueven voluntades.
En este sentido, Kallifatides se adentra sin temor alguno en un debate peligroso, movedizo e incorrecto políticamente, ya que se atreve a cuestionar la intocable libertad de expresión, como si se tratara de un derecho sobrevalorado al que es preciso poner límites en según qué casos, sobre todo en los que se usa para ofender y difamar al otro, sin respeto ni consideración alguna y pone en peligro innecesariamente la convivencia pacífica. Un ejercicio provocador, impostado y estéril. "El otro -afirma enérgicamente Kallifatides- ha de ser el límite". O sea, su vida y su dignidad. Incluso, también a la propia democracia, cuando ésta permite, por las rendijas de su deficiente estructura y funcionamiento, que accedan al poder tiranos, demagogos y corruptos. Esa contradicción en sí misma, pero real, es el objeto de su crítica, pues en una democracia sana, transparente y participativa no debería ser posible que nos gobiernen quienes no sólo no creen en ella, sino que aprovechándose de sus bondades se presentan como los líderes carismáticos y salvadores de la patria, para trepar política y socialmente, y una vez con el bastón de mando, con los apoyos de una ciudadanía inculta, manipulada, medrosa y anestesiada, dicho sea de paso, destruirla e implantar la dictadura y el terror, como hicieron Hitler, Mussolini, Stalin y tantos otros. “Pues está visto –concluye- que con procesos democráticos puede imponerse tanto la dictadura como la tiranía”. Y es verdad, por ilógico que parezca.
Kallifatides insiste: “Si queremos entendernos unos a otros, ante todo debemos aceptar que el otro existe y que es probable que crea en cosas distintas de las que creemos nosotros. En una relación de igualdad no hay sino derechos recíprocos y obligaciones recíprocas. Respétame para que te respete, escúchame para que te escuche. […] Una cultura no puede ser juzgada sólo por las libertades que se toma, también se juzga por las que no se toma. Hay cosas que no se prohíben, pero eso no significa que se permitan (p. 64)”. Es una cuestión de sensibilidad, de estilo, respeto y educación cívica, porque, en definitiva, no todo vale en aras de la libertad de expresión, incluso en democracia, si aquélla pretende u ocasiona de alguna manera el mal generalizado, el caos, el “cuanto peor, mejor” y, en fin, la destrucción del Estado de derecho, de las libertades individuales y del régimen democrático, dado entre todos, para acabar en el “sálvese quien pueda”.
Otra vida por vivir es un librito delicioso, a pesar de lo crudo que puede resultar en ciertas páginas que describen con dolor la decadencia cultural y económica de su país, Grecia, frente al egoísmo de la Unión Europea, que en lugar de rescatarla de la crisis, la hunde más hipotecándola con créditos de abusivos intereses y recortes en políticas sociales, cuyas víctimas, como siempre, son los sectores más débiles, deprimidos e indefensos de la sociedad. Está lleno de sabiduría, amor, sensatez, sutil ironía, sentido del humor, tolerancia, respeto, optimismo realista y amor a la vida. De lectura amena, persuasiva, limpia y emotiva, que nos convoca y va introduciéndonos sin empujar en los problemas y cuestiones esenciales de la vida, sobre la existencia, el sentido de pertenencia, las raíces, el desarraigo, la libertad, la educación, la responsabilidad, el compromiso, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la compasión, el amor, la amistad, el arte, la literatura; el valor de los pequeños placeres, del tiempo, la vejez… Toda una filosofía de vida, de la vida buena (no al revés), con sentido, ofrecida con intensidad y pasión en frasco pequeño, en breves y agudas observaciones, que nos obliga discretamente a cuestionar la nuestra propia, lo que hacemos con ella, lo que podríamos hacer, a aprender de la experiencia y a ver con ojos críticos y solidarios el mundo que nos rodea, su organización y funcionamiento, manifiestamente mejorables.
Alfonso Díez. Abril, 2020
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