Título | Enseñarlos a pensar, no a almacenar! |
Tipo de publicación | Journal Article |
Autores | Marquès, S |
Revista | Educar(NOS) |
ISSN | 1575-197X |
Ejemplar | Los viejos maestros |
Año de publicación | 2009 |
Volumen | 2 |
Páginas | 11-13 |
Número | 46 |
Fecha de publicación | abr-jun/2009 |
Editorial | Grupo Milani |
Lugar de publicación | Salamanca |
Tipo de Artículo | el eje |
URL | http://amigosmilani.es/index.php?q=node/20 |
Full Text | ¡Enseñarlos a pensar, no a almacenar!
Salomó Marquès *
Facultad de Pedagogía (GI)
Con esas palabras la maestra Bargalló resumía la política escolar y educativa de la República. Era el mes de abril del 2008 y me lo contaba en su casa de Tijuana, a pocos metros de la frontera con los gringos, donde se exilió en 1939. No ha vuelto a España. Tiene terror a los aviones, pero tiene una ilusión enorme cuando habla de la escuela republicana.
Pienso que nos queda mucho camino por recorrer para recuperar algunas decisiones importantes de aquella República que afirmaba tajantemente: “El niño, el primer ciudadano de la República”. Una República que tuvo por primera (¿y última?) vez en nuestra historia contemporánea a un maestro, Marcelino Domingo, como Ministro de Instrucción Pública; un dato significativo.
Para las autoridades republicanas invertir en educación era una condición indispensable para transformar el país y hacerlo más moderno, democrático, solidario, justo… Los elevados índices de analfabetismo (como siempre las mujeres llevaban la peor parte), las altas tasas de desescolarización (otra vez las mujeres por detrás de los hombres ¡y a distancia!), la falta de edificios escolares, la deficiente formación inicial de los futuros maestros y maestras y, sobre todo, el desinterés de las autoridades y de la monarquía, nos dan pie para afirmar que, desde el punto de vista escolar y educativo, España antes de la República (1931) estaba más cerca de África que de Europa.
Y para aprender a pensar, las escuelas pequeñas, rurales, eran un espacio privilegiado, si tenían una buena maestra o maestro. El contacto directo con la naturaleza era mucho más fácil que en las escuelas de las ciudades. Tenían el monte, el bosque, los riachuelos, los animales, los huertos… todo al alcance de la mano. Las propuestas renovadoras del movimiento de la Escuela Activa europea – que insistía en el aprendizaje a partir de fomentar el interés de los niños y niñas mediante la observación y la experimentación directa – eran fáciles en estas escuelas de pueblo, si tenían un buen maestro/a.
Si además era seguidor de las propuestas socializadoras del francés Freinet, que propugnaba la creación de revistas escolares escritas e impresas por los propios alumnos, ¡aquello era gloria!
El crecimiento intelectual y humano de los niños y niñas, por pequeños que fuesen, tanto los que escribían un párrafo como los que ya redactaban una página entera, era enorme. Algunos añadían dibujos y, luego, ellos mismos u otros compañeros imprimían el texto, página a página, y seguidamente lo grapaban y lo llevaban a sus casas y lo mandaban a otras poblaciones de Extremadura, Aragón, Baleares, Cataluña, etc. La educación responsable y solidaria se practicaba sin grandes discursos ni peroratas.
Algunas de estas escuelas tenían una biblioteca con los libros que mandaba el Ministerio y, en Cataluña, además, la Generalitat. Libros de lectura en clase, novelas, poesías, historia, etc. Y uno de los niños o niñas era el responsable de dejar los libros a sus compañeros y asegurar que los devolvían. Libros que el franquismo censuró y destruyó en buena medida porque eran contrarios a la moral católica. Claro: Blasco Ibáñez, Victor Hugo, etc. O porque estaban en catalán: Joan Maragall, etc.
Si tenían la suerte de tener una imprenta para publicar su revista, había quien era el responsable de guardar la tinta y el rodillo; otro cuidaba del papel, otro, de la caja con las letras para componer los textos, etc. Educación en la responsabilidad. En algunas escuelas también había un banco de carpintero y un huerto donde crecían las hortalizas y plantas que habían plantado. Y un museo donde guardaban todo lo que recogían cuando salían fuera de la escuela: cerámica, piedras, vegetales, animales. Era “su” museo. Y era “su” escuela.
Podéis hacer la prueba. Preguntad a la gente mayor de nuestros pueblos sobre su escuela y la mayoría os hablarán con entusiasmo de sus años escolares republicanos. Suelen tener un recuerdo amable y positivo de la educación recibida y del maestro/a. Estos apóstoles del saber y de la cultura (¡cuántas veces leyendo textos de Barbiana me ha venido a la memoria la actitud de los maestros/as republicanos!) eran personas a las que podemos aplicar términos como: amor, dedicación, pasión, entusiasmo, preparación, etc.
Algunos de estos maestros y maestras no sólo fueron excelentes profesionales, sino que se comprometieron con el pueblo y ocuparon cargos de responsabilidad durante los años republicanos, en paz y en guerra (en las zonas donde no triunfaron los rebeldes). Personas comprometidas con el pueblo donde trabajaban y vivían. Esta dimensión social y política de los maestros ha desaparecido al tener coche muchos de ellos y no vivir ya en la población donde ejercen.
Considero que buena parte del éxito escolar y educativo de la etapa republicana se debe al entusiasmo y dedicación de estos maestros y maestras. También merece la pena destacar la voluntad política de las autoridades que promulgaron sin demora (septiembre de 1931) un nuevo plan de formación inicial para los futuros maestros. Un plan que se llevó a cabo durante los años republicanos y que la dictadura franquista anuló evidentemente para retornar a modelos más clásicos, tradicionales y nacionalcatólicos. Un enorme retroceso educativo.
El plan de formación duraba cuatro años (¡en la actualidad aún dura tres! ¡Veremos que pasa con Bolonia!). Los tres primeros cursos eran de formación, que podemos agrupar en tres bloques: uno era el que ayudaba a pensar, a reflexionar – lo formaban materias como la filosofía, pedagogía, historia de la educación, sociología, etc. – materias que podríamos llamar teóricas y que servían para orientar, adquirir criterio, opinión, etc. (materias que en la actualidad están desapareciendo o disminuyendo de los nuevos planes de estudio). El segundo bloque lo formaban las asignaturas que configuraban lo que hoy llamaríamos el currículo escolar: geografía, historia, ciencias naturales, matemáticas, lenguaje, etc. Y el tercer bloque, las didácticas de las asignaturas del currículum, ya que no era suficiente saber historia, matemáticas, etc., sino que era del todo necesario saber enseñarlas bien, conocer las metodologías y estrategias suficientes para hacer agradable el aprendizaje.
El cuarto año estaba dedicado a las prácticas. Los futuros maestros y maestras se pasaban un año en una escuela al lado de un buen colega para aprender de manera práctica. ¡Y ese año cobraban un sueldo! Tras más de 70 años aún no hemos vuelto a recuperar este proyecto y, sobre todo, esta visión de la formación del futuro maestro.
A principios de este año 2009 estaba apasionado explicando la política republicana a alumnos de tercer curso de magisterio de mi universidad y uno de ellos en el coloquio me dijo: “¡Qué diferencia con nosotros el entusiasmo de los maestros republicanos! A la mayoría de nosotros sólo nos interesa asegurar el trabajo y un buen sueldo”. ¡Qué sinceridad! y, al mismo tiempo, qué decepcionantes estas palabras de un joven futuro maestro. Confío en que tal opinión sea minoritaria.
De todas maneras el modelo republicano continúa siendo un estímulo para los que pensamos que un nuevo modelo de formación inicial del magisterio es posible. Y también una escuela diferente. Y una educación centrada en el amor. La experiencia republicana debería provocar una reflexión en profundidad a todas y todos los que están elaborando futuros planes de magisterio y que, muy a menudo, piensan más en sus intereses que en lo que conviene a los futuros maestros del país.
* Es autor con Raimon Portell de Els mestres de la República (Ara llibres, Barcelona 2006), de L'exili dels mestres (1939-1975) (Universitat de Girona 1995) y Maestros catalanes del exilio (Colegio de Jalisco, Zapopan, Jalisco 2003).
|
- Inicie sesión o regístrese para enviar comentarios
- Google Scholar
- BibTex
- RTF