A Francesca ICHINO, Milán
“Barbiana, 23.6.1959
Cara Francesca,
perdone el retraso debido a los famosos exámenes. ¡Ayer, los seis suspendidos en gimnasia! Su enciclopédica cultura tenía evidentemente una laguna: el arte militar. No puedo sino golpearme el pecho y esperar a que en las demás materias salga de otra forma.
Hoy tienen el dibujo, la última de las pruebas escritas y manuales, y mañana comienzan los orales.
Salen de casa a las cinco de la mañana y están de vuelta hacia las tres o las cuatro. ¡El regreso es algo muy poético! Mujeres, viejos, niños y cura están ya desde una hora antes escrutando el fondo del valle hasta que se ve un poco de humo que es el tren. Entonces salimos todos de nuestras casas y, siempre con los ojos puestos en una cinta blanca que es la carretera, nos dirigimos hacia el lugar al que llega el coche. Por fin aparece un puntito negro que sólo quien es de aquí arriba sabe reconocerlo como un automóvil. Y un cuarto de hora después llega el coche lleno de noticias, que los padres analfabetos escuchan con veneración como se escucha la respiración misteriosa del mago.
En fin, que me parece que no sería atrevido decir que el profesor que suspenda a estos chavales es un vendido a la Confindustria [patronal italiana] y a la masonería eclesiástica y que no es fácil que le vayan bien las cosas ni a él ni a sus nietos durante cinco o seis generaciones.
He recibido la revista [Aggiornamenti Sociali, de los jesuitas milaneses, a la que le había suscrito la propia Francesca], que agradezco de corazón. He leído varios artículos interesantes, serios e inteligentes, pero ¿podrán esos hombres decir toda la verdad, aun la que escuece? ¿O tienen alguien encima con las tijeras? Me encuentro ante ellos como un alejado ante un cura. Una desconfianza instintiva hacia quien está sometido a hombres. He experimentado que es posible vivir en la Iglesia y hacer de párroco sin callar jamás lo que se piensa. Tengo que dar a mi Iglesia este testimonio. Pero ¿se puede ir de jesuita sin decir mentiras o sin callar la verdad? Al final del año os diré lo que me ha parecido.
Un afectuoso saludo a todos.
¿Y cuándo tendremos la alegría de ponerle el mono de trabajo a Pedro [su hijo]?
Ayer acompañé a los chicos por Florencia para el examen de taller y al atravesar las calles con seis chavales de mono azul hacíamos que se giraran todas las cabezas. Los estudiantillos de Secundaria se los comían con los ojos. Es la toga viril de nuestro siglo. ¡Y defraudar a los chicos se paga con la neurosis!
Felicidades a Vd. y un saludo a todos, vuestro
Lorenzo”.
(LPB, 118-9)
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