Medidas del Gobierno

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  • Alfonso Díez
Posted: Sáb, 2010-05-22 11:11

Calentando motores para el próximo nº de Educar(NOS).

LAS SONRISAS DE LA VICEPRESIDENTA

 

                Le tengo ganas, lo reconozco. Es verdad, me cae mal, insoportablemente mal. Verla aparecer con su enésimo modelo de carísima marca, a juego con el maquillaje (o éste con aquel) y el hígado se me contrae como si recibiera una letal patada. Pero, no se crean, no la busco, ¿eh?; sino que me la encuentro, a mi pesar. Imposible evitarla. Se me cuela en casa y, sin ningún pudor, me mete el dedo en el ojo y me abronca mientras se ríe sarcásticamente. Como gobernante, tengo mis dudas de su competencia; pero como “gobernanta” no tiene precio.

                Y es que lo la rueda de prensa del jueves pasado no lo supero, fue demasiado. Erguida, prepotente; aunque tranquila y sonriente, dominando la situación, lee con cierta dificultad –no está nerviosa, ya digo, sino, simplemente, es que no sabe leer mejor- los acuerdos del recién terminado Consejo de Ministros, que, principalmente, no son más que la temible confirmación de los duros e injustos recortes salariales a los funcionarios (¿qué delito hemos cometido?). Lo hace con la indiferencia de quien está  acostumbrada a dar malas noticias, viniendo a decir que esto es lo que hay: “lentejas, ajo y agua”. Sólo le faltó repetir, con gesto severo, una de sus muletillas preferidas: “lo puedo decir más alto, pero no más claro”. Y quien quiera entender, ya sabe; quien no, peor y que se lo haga mirar.

Antes de dar la palabra a su subordinada, la vicepresidenta segunda y ministra de economía, ésta, sí, con el semblante serio, preocupado, acorde con el momento y el mensaje, finalizó su primera intervención concediendo –con autoritaria amabilidad- el permiso de preguntar. Eso sí, preguntas inocentes y las justas; impertinencias, ninguna; y, naturalmente, prohibido protestar. Son sus ruedas de prensa... Es el poder.

                Qué voy a decir que no piense cualquier persona sensata y despierta, que es de una obviedad meridiana sostener que si las elecciones generales estuvieran a la vuelta de la esquina, al cabo de un par de meses, de estas medidas ni hablar y la prepotente actitud de esta señora, fuerte con los indefensos y débil con los poderosos, de irónica y escalofriante sonrisa,  se habría tornado en interesada amabilidad recaudadora de votos. Pero hay tiempo, tiene tiempo ella y el Gobierno al que pertenece. Tiempo, sobre todo, para olvidar, para que la ciudadanía de débil memoria, se deje embaucar nuevamente por renovadas promesas, con la ayuda inestimable de una oposición desacreditada por carroñera e insolidaria, sin alternativas viables y, también, obsesionada por volver a gobernar. Así que si éstos mal; los otros, peor aún.

                “En el momento oportuno” -repitió la vicepresidenta, entre dientes, con un irreprimible rictus de enfado, pero sin dejar de sonreír (¿de qué diablos se reía?) a la aguda pregunta de la periodista, de para cuándo y cómo hacer que los ricos paguen realmente más. Para sus adentros, debía estar mondándose de risa la ostentosa señora, como los políticos y especuladores corruptos que dibuja el genial Forges. Lo triste –y para ella debería de serlo aún más- es que ya se la relacione en tan buena armonía con los causantes de esta crisis, que tiene más de mala ética que de mala economía. Para éstos, paciencia, comprensión y, sobre todo, espléndida generosidad (con dinero de público, claro), pero firme e intransigente con sus víctimas,  a quienes, sin causarla, se les obliga a pagarla.  

Pero no estamos vencidos. Además de la razón, la voz, la palabra y el testimonio en la calle, nos queda el voto, que, en efecto, deberíamos utilizar con más frialdad e inteligencia. El mío ya lo tengo pensado para dentro de dos años y medio. Entonces, quizá la señora vicepresidenta no tenga la soberbia ni el humor (humor negro, el suyo) de esbozar en su rostro más hirientes sonrisas.

Alfonso Díez Prieto